Se diseña una cubierta emblemática, ondulada y de grandes luces, que se convierte en la seña de identidad del edificio. La cubierta representa el movimiento y dinamismo del espacio aeroportuario, permitiendo al mismo tiempo la entrada de luz a través de los paños verticales que se disponen entre los niveles superior e inferior alternos de la cubierta.
El resto de la propuesta se resuelve con una gran fachada de vidrio, que permite incluir el entorno más próximo, la pista de aterrizaje y despegue de los aviones, como parte del propio edificio, al abrir vistas sobre todo ello.